jueves, febrero 19, 2009

¿La búsqueda del conocimiento es el camino hacia la felicidad?: Libertad de expresión, la paradoja del mundo

Vivimos en democracia, todo el mundo es libre de opinar y de hacer lo que le venga en gana (en el marco de la legalidad, supongo), es la llamada libertad de expresión tan famosa. Años atrás, en tiempos de dictadura, por ejemplo, a esta libertad de expresión se le cortaban las alas y el ejercerla traía consigo castigo, duro y severo correctivo (por supuesto si lo que se decía no correspondía con lo que algunos marcaban como correcto). La tan ansiada libertad de expresión era una utopía.
Hoy en día no sucede así, todo lo contrario, es la coartada perfecta para quien tira la piedra y esconde la mano; el gran logro de la democracia, aunque tal vez en ocasiones la chispa que enciende el fuego, el generador de la violencia, de conflictos.
Antes que nada debo afirmar que su balance es positivo, que la existencia de esta libertad fomenta el diálogo pero pone en peligro la tolerancia, ahí es donde se les da juego a los intolerantes como a aquellos seres absurdos que hacen del “hablar por hablar” su modus operandi y quizás su forma de ver las cosas, su manera de vivir. Sí, la libertad de expresión te hace más libre y te ata a la vez. ¡Qué paradoja! Porque cuando hablaste, ahí queda, y ya no eres libre, ya eres esclavo de tus palabras. ¿Libre? De las que no dijiste, de las que estás por decir. Y la pregunta es: ¿Hasta dónde se es libre para hablar sin tapujos, sin que haya consecuencias de tus palabras? Pues hasta donde empieza la libertad del otro; cuando se cruza esa línea imaginaria, se invade territorio ajeno y es el lugar donde tu libertad no tiene valor alguno.
Pienso que los sabios nunca traspasaron dicha raya, que escucharon más de lo que hablaron, que susurraron más de lo que gritaron, que aprendieron más de lo que intentaron imponer y que, habiendo aprendido, enseñaron sabiendo lo que decían, equivocados o no, pero llenos de argumentos y conocimientos. Por ello son sabios y el resto no. Y no es sabio solo aquel que estudia un libro de filosofía sino todos aquellos que hacen que la libertad de expresión tenga sentido. Y tiene sentido cuando la información dada o la opinión expresada tiene unos sólidos argumentos en los que cimentarse; argumentos adquiridos a través del aprendizaje de libros, de otros semejantes o de la vida misma, que si se está un poco atento a ella y se tiene la capacidad de poder interpretar todo o parte de lo que transmite día a día , el ser humano podrá ser considerado persona y dejará de ser un ente a la deriva sin saber qué función desempeña en la vida, ni porqué habita en ella, ni para qué, ni como, ni, ni…ni tantas otras preguntas que flotan en el aire y no tienen respuesta si no se detiene uno a planteárselas e intenta resolverlas.
Al optar por resolverlas, es cuando se podría analizar si se está en lo correcto o por el contrario no se lo está, o si tienen todas solución o no la tienen; pero si uno ni tan siquiera se las plantea ese ser humano no podrá ser persona, simplemente será un ser vivo. Pienso luego existo, ¿recuerdan?.
Tan vacío, tan ignorante y tan falto de un rumbo el cual seguir, por lo que solamente se limita a dar vueltas en sí mismo, es tanto el que no piensa como el que, decía anteriormente, “habla por hablar”. Ejemplos sobran: numerosos programas de televisión en los que un puñado de ignorantes (aunque no del todo, porque el monto que van a cobrar lo conocen a la perfección) ¿debaten?; más bien alzan la voz a cual más alto, famosos sin ninguna clase ni respeto por el prójimo que pronuncian palabras, frases sin ningún sentido y creen que tienen validez porque pertenecen a la farándula (en muchos casos no saben ni cómo llegaron a ser famosos, simplemente nacieron y sin mover ni un solo dedo, la fama les había atrapado antes de que pudieran percatarse de ello), y así podríamos seguir nombrando gente, que con la excusa de que es libre para opinar lo que en ese momento se le ocurra y soltarlo por su maldita boca, hablan y hablan, sobre cualquier asunto sin dar el más mínimo argumento, sin pararse ni un segundo a reflexionar lo dicho y para más inri donde dijeron digo, después dicen diego.
¿Por qué hacen de la libertad de expresión, “cualquier cosa”? Porque la sociedad lo permite, da vida a los que no son nadie y ningunea a los que intentan hacer de la libertad de expresión un derecho, un bien preciado y opinan basados en argumentos, propiciando debates con aquellos que poseen otros argumentos (igualmente válidos), entonces se establecen conversaciones o tertulias con distintos puntos de vista; y no confrontaciones como sucede cuando no se tienen argumentos y se crea en muchos casos violencia, que porqué no, quizás es lo que buscan.
Una vez planteado el problema de la libertad de expresión, una de las paradojas del mundo a mi juicio, se puede analizar si la posesión de conocimiento nos ayuda a hacer un uso correcto de ella. Por lo relatado anteriormente se puede afirmar que sí, ya que el conocimiento, según la Wikipedia, es más que un conjunto de datos, visto sólo como datos es un conjunto sobre hechos, verdades o de información almacenada a través de la experiencia o del aprendizaje (a posteriori), o a través de la introspección (a priori).
Se confirma de este modo que al tener información, dejamos de ser ignorantes, si bien es cierto que todos somos y seremos ignorantes el resto de nuestra vida ya que nunca se deja de aprender, somos insignificantes en el universo, por lo que el nivel de conocimiento máximo que se podría llegar a alcanzar en el cual ya no necesitáramos saber nada más, es infinito. Después es cuando se entra a valorar el nivel de conocimiento o ignorancia de cada uno, dependiendo de la cantidad de información que cada uno posea; y el grado de estupidez, ya que es en este punto, cuando sale a relucir la capacidad de interpretar dicha información.
Pero, ¿la búsqueda de este conocimiento, en la cual uno intenta escapar de la ignorancia, es el camino hacia la felicidad (que es, supongo, el objetivo que todo ser humano desea alcanzar en la vida, el ser feliz)?
Es justo aquí, cuando una persona debe resolver esta incógnita, y decidir si es más feliz siendo ignorante, sin enterarse de nada de lo que sucede a su alrededor, viviendo ausente del mundo; o por el contario es feliz cuando, habiendo adquirido un conocimiento previo, intenta resolver preguntas que ese conocimiento le formula. De esta manera, surge la duda, por lo que hay que tomar una decisión, y para ello podríamos hacer uso del proceso de toma de decisiones.
Como en este caso, lo desconocido es mayor que lo conocido (como sucede habitualmente), no se trata de buscar una solución óptima, ni una verdad universal, sino que se admiten varias verdades, la verdad de cada uno: allá cada cual si quiere ser ignorante o estúpido, no hay ninguna ley que no te lo permita.
Decidirse por la primera opción, la de ser un ente a la deriva sin ningún tipo de conocimiento o con un grado mínimo del mismo, es quizás la fácil, la que no supone esfuerzo alguno en aprender y aprehender, en la que ese ser humano no tiene problema alguno y es feliz en su “burbuja” sin ser consciente de lo que sucede a nivel político, social, cultural…No tiene preguntas, ni por lo tanto respuestas, vive del cuento y es capaz de darle una patada al diccionario sin ni siquiera ruborizarse por ello, porque claro, no es consciente de la barbaridad que puede llegar a escribir o decir. Y los ejemplos van desde los más cercanos a los que vemos por televisión, como enumeraba anteriormente.
En cambio, tomar la decisión de buscar el conocimiento, se antoja más complicada, ya que puede implicar leer (¡tremendo esfuerzo para muchos¡), observar o escuchar (otro verbo desconocido para muchos, ya que vivimos en una sociedad en la cual el que avasalla al otro con un mayor tono de voz, es el que lleva la razón). Sin embargo, la recompensa, al decidirse por esta opción, es mayor; debido a que el grado de información que la persona maneja es más amplio y las respuestas son mayores al existir mayor número de preguntas.
Concluyendo, me atrevería a afirmar que la libertad de expresión nos hace libres, y la libertad es lo más preciado que un ser humano puede tener, por ello hay que saber usarla, por lo que se requiere el aprender día a día de la vida, aprendiendo de los errores y mejorando las virtudes. De este modo, la sabiduría, nos permitirá hacer uso de la libertad de expresión, opinando y dando nuestros puntos de vista sobre un tema cualquiera; y entonces, cuando seamos capaces de discernir entre lo bueno y lo malo, podremos disfrutar de la felicidad, ya que para alcanzarla optaremos por lo positivo, dejando a un lado lo negativo, que es y será bastante de lo que nos rodea.
Decidirse por esto está en cada cual, porque habrá quien piense que la búsqueda del conocimiento no es el camino a la felicidad, por lo que no seré yo quien intente imponer nada.
Decía Mafalda (una ajustada visión de la realidad que, con humor, se puede apreciar en sus tiras): “El mundo está enfermo. Necesita una venda”. Escojo esta afirmación, porque estoy completamente de acuerdo, ya que los ignorantes lo hacen posible, por lo que el conocimiento nos permitiría, no cambiarlo (gran utopía), pero sí no propiciarle más síntomas a su enfermedad.